lunes, 5 de septiembre de 2011

Sobre gallos

Esta es una historia que me ha contado un amigo. Lo calificó como su gran triunfo de la semana. Resulta que su vecina tiene un gallo, que como os podéis imaginar canta por la mañana. Bien temprano por la mañana. La semana pasada habló con ella, para tratar de solucionar este asunto del canto del gallo a las cinco de la mañana, con la consiguiente angustia del haberte despertado y la espera inminente del siguiente canto, con las manos y los pies encogidos entre las sábanas, sabiendo que es sólo cuestión de tiempo el adormecerte y que otro canto te despierte, con el consiguiente sobresalto. Lo que os digo, todo un desasosiego.

La vecina en cuestión se negó a hacer nada con el gallo tras la primera conversación. El argumento: los gallos son los únicos animales que pueden ver los ángeles. Claro, golpe bajo. Esta afirmación pilló a mi amigo con la guardia completamente baja. Argumento incontestable y vuelta a casa con el rabo entre las piernas a la espera del siguiente canto del gallo.

Pero con todo el tiempo que ha tenido de estar despierto en la cama le ha dado para pensar la estrategia infalible y le ha propuesto a su vecina lo siguiente. El gallo debe quedar encerrado en la casa hasta las ocho de la mañana entre semana y hasta las nueve el fin de semana. Ahora aún oye el canto, pero desde el interior de la casa es más lejano y se puede soportar.

El gran triunfo de la semana.

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