Siempre me pasa igual. El mes antes de volver a casa es el
más largo del mundo. No tengo claro que vaya a llegar el día en el que la vida
de expat sea algo que mire desde fuera. Es algo que me sorprende cada vez. Supongo
que como decía mi compi de Congo, soy la cooperante expatriada más arraigada
del mundo.
Pero es verdad que cuando sé que voy a volver a casa tengo
sentimientos opuestos. Por un lado, sobre todo en Navidad, me da pereza todo el
despliegue de regalos, dulces, comilonas, etc. Pero por otro lado, no concibo
unas Navidades al sol y en chanclas, ni lejos de mi familia. Creo que el mes
antes de volver a casa ya empiezo a tener la cabeza más allá que acá, pensando
en toda la gente que voy a ver y a la que voy a abrazar, las largas charlas que
voy a tener y que tanto necesito, todo ese cariño que intento enlatar para llevármelo
conmigo…
Al mismo tiempo, siento una especie de angustia, porque sé
que nunca es suficiente, e intento sacarle el máximo partido posible a los
días, que contabilizo en horas casi, que estoy allá. Hay veces que he vuelto
satisfecha y con las pilas cargadas a tope, otras, es como si me hubieran
quitado la piruleta de la boca. Espero que esta vez, sea de las primeras…
Al final, los expats nos pasamos la vida "volviendo"... Volviendo al lugar del que vinimos, y volviendo al lugar en el que estamos... Y estas ideas y venidas a veces descompensan un poco, o bastante, pues no es natural o normal unir Rwanda con Espanya en solo medio dia...
ResponderEliminarMr Mt