Una de las cosas
que una aprende viviendo en África es que aquí todo va despaciooooo, exasperantemente
despacioooooo. Es un nivel de despacio que no se puede procesar sin
entrenamiento en la mente de un occidental donde todo va deprisa, deprisa y
corriendo. Necesitas entrenamiento, y vas adaptando el ritmo. No es broma, yo camino
mucho más despacio de lo que solía. Parece una exageración pero es la pura
verdad. No lo hago conscientemente, es que ya no me sale ir deprisa.
Otra cosa que una
aprende es que a pesar de que todo va despacio, al final, todo sale. Todos los
problemas se arreglan y las cosas, por lo general, tienen un feliz desenlace.
Digamos que las pasas putas en el proceso, que es lento y largo hasta la desesperación,
pero al final, como por arte de magia, todo el mundo entra en razón y obtienes
lo que buscabas.
Con estas dos
premisas en mente he conseguido superar circunstancias difíciles, que deberían
haber hecho que mi nivel de ansiedad estuviera por las nubes, sin embargo,
nunca he estado tan tranquila. Nada me quita el sueño, soy como Yoda. Al final
todo se arreglará, sólo necesitas tiempo. Hakuna Matata.
Hablando desde mi
experiencia personal, vaya.
Esto mismo ha
sucedido en Kampala, el 5 de noviembre, tras meses y meses de conversaciones el
M23 ha anunciado el fin de su rebelión en el este de la RDC. Así, tal cual.
Los cascos azules
y el ejército congoleño unieron sus fuerzas contra el M23 y les derrotaron en
las colinas de Chanzu y Runyonyi, en el Kivu Norte, y tras esto, ha anunciado
por fin el cese de las hostilidades y el desarme.
Lo digo con
cautela, y estoy a la espera de más noticias, pero es un pequeño triunfo.
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