lunes, 26 de septiembre de 2011

Semáforos

Yo nunca he sido de esas niñas que cuando eran pequeñas tenían un amigo imaginario. Eso son minucias. Yo siempre he tenido todo un mundo imaginario. En parte, lo sigo teniendo. Acentuado, sin duda por el hecho de estar fuera de casa, mi mundo real es Kigali, con sus contrastes, sus nuevos semáforos recién instalados, que aún no están coordinados, y crean más caos que orden; mi trabajo en medicusmundi; mi casa de cuatro habitaciones; mi Toyota Hilux, de la que me he enamorado irremediablemente (nada de esto es mío, mío, pero ya me entendéis); mis restaurantes favoritos; mis colegas del trabajo; mis amigos multiculturales y de orígenes diversos, todos con nuestra tara particular...

Mi mundo imaginario es Vitoria-Gasteiz, a la que en mi cabeza, otorgo muchísima más belleza de la que tiene, muchas oportunidades de hacer cosas y de vivir una vida feliz y llena de oportunidades. En mi cabeza, es el lugar perfecto. Siempre hace sol y todos los días hay teatro. El Azkena Rock Festival es cada fin de semana y entre semana siempre es Festival de Jazz. Todos los días son de pote pintxo a un euro, de hecho, todas las semanas son la semana del pintxo y todos los días puedes ir a bañarte a Mendizorrotza. En mi mente, mis amigas quedan todo el rato como cuando éramos adolescentes, y no estamos absorbidas por el curro; y lo mismo pasa con mi familia, que se reúne cada semana. En mi cabeza, cada sábado se liga en esta maravillosa ciudad y los chicos tienen todos pelo largo y pendientes de coco.

Es increíble cómo se idealizan los lugares cuando estás fuera, y cómo, cuando vuelves a casa después de un tiempo fuera, sufres el efecto inverso y añoras los semáforos que crean caos y los expats con sus taras, y piensas que tu vida en África era una fiesta diaria de sonrisas y abrazos...

Supongo que ha de ser así, que son mecanismos de defensa y formas de afrontar la vida cuando hay dificultades. Con objetivos simples y con visión positiva se soporta mejor todo. Pero no puedo dejar de pensar que es curioso cómo funciona la mente humana.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Sobre gallos

Esta es una historia que me ha contado un amigo. Lo calificó como su gran triunfo de la semana. Resulta que su vecina tiene un gallo, que como os podéis imaginar canta por la mañana. Bien temprano por la mañana. La semana pasada habló con ella, para tratar de solucionar este asunto del canto del gallo a las cinco de la mañana, con la consiguiente angustia del haberte despertado y la espera inminente del siguiente canto, con las manos y los pies encogidos entre las sábanas, sabiendo que es sólo cuestión de tiempo el adormecerte y que otro canto te despierte, con el consiguiente sobresalto. Lo que os digo, todo un desasosiego.

La vecina en cuestión se negó a hacer nada con el gallo tras la primera conversación. El argumento: los gallos son los únicos animales que pueden ver los ángeles. Claro, golpe bajo. Esta afirmación pilló a mi amigo con la guardia completamente baja. Argumento incontestable y vuelta a casa con el rabo entre las piernas a la espera del siguiente canto del gallo.

Pero con todo el tiempo que ha tenido de estar despierto en la cama le ha dado para pensar la estrategia infalible y le ha propuesto a su vecina lo siguiente. El gallo debe quedar encerrado en la casa hasta las ocho de la mañana entre semana y hasta las nueve el fin de semana. Ahora aún oye el canto, pero desde el interior de la casa es más lejano y se puede soportar.

El gran triunfo de la semana.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Soy minero

El "affaire cassitérite" continúa. Así han llamado al asunto del chófer que tomó prestados 1200 kg de casiterita para pasar la frontera congoleña en un coche de las Naciones Unidas.

Seguimiento de la noticia aquí.

Resulta que el tribunal de Goma ha dictaminado la friolera de tres años de prisión para el pobre Julien, que todavía sigue silbando "soy minero", pero ahora ya pensando en su plan de fuga, porque no es tan fácil hacer túneles subterráneos con un cepillo de dientes y una cucharilla de café.

Entre tanto, la Asadho, que es la Asociación Africana de Defensa de los Derechos Humanos ha presentado una queja frente al Tribunal por la desproporción de la sanción, que según ellos, debería haberse limitado a una multa económica.

Los motivos para exigir únicamente el pago de una multa, contrariamente a lo que podáis pensar, están bien fundados. Se basan en una sanción previa de un asunto, que también tiene mucha gracia, ocurrido el 4 de febrero.

Os pongo en situación: un avión "Gulfstream V" de la empresa americana Southlake Aviation LLC con sede en Tejas, matriculado en los Estados Unidos. La carga del avión: 7 pasajeros y 480 kg de oro con un valor de mercado de 20 millones de dólares. Condena impuesta: multa de tres millones de dólares.

La crítica de esta asociación es en relación a la diferencia de condenas en uno y otro caso, y francamente, no les falta razón.