lunes, 29 de noviembre de 2010

El punto de la comparación

Es posible que recordéis que mi última visita a casa me dejó traumatizada, demasiada recogida neumática y demasiado cartelito anti redensificación (que sigo sin saber lo que es, y sigue sin importarme un bledo).

Facebook es una herramienta interesante, como todo, depende de para que lo uses. Yo estoy inscrita en varias páginas que considero interesantes y que me mandan noticias. Hoy no he podido evitar sonreír. Me ha llegado una información sobre esa enorme urbe, ese monumento al cemento, sucia y caótica que es Kinshasa y otra sobre esa pequeña ciudad, verde y tranquila, que no la puede haber más primermundista que es Vitoria-Gasteiz.

Os pongo los links para que juzguéis vosotros mismos:


En esta noticia sobre Kin, juzgan el crecimiento de población que está sufriendo esta ciudad, con 8,7 millones de habitantes actualmente y con previsiones de convertirse en 4 millones más en 2020. Sin duda, ha recibido una gran afluencia de personas huyendo de la guerra, lo que la ha convertido en el caos que es, ya que Kin no llegaba al millón de habitantes en los tiempos de la independencia, eso quiere decir que en cincuenta años, la población de la ciudad se ha multiplicado por nueve. La noticia no entra a juzgar, que por supuesto, en una ciudad con una tasa de paro del 80%, esa gente no tiene ninguna oportunidad de sobrevivir y las van a pasar canutas…


La noticia afecta a la utilización de uno de los cien millones de servicios de la ciudad. En este caso, el tranvía, tan criticado en su día, tan utilizado hoy... (porque la verdad es que no depender del tráfico de vehículos, agiliza el trayecto en esa ciudad donde no sé por qué, pero el tráfico está gestionado como el culo…) La cuestión es que a partir del 1 de enero, las mascotas podrán utilizar el tranvía, como en el resto de Europa, porque no sé si os habéis enterado pero si Euskadi está en Europa, Vitoria más.

Y qué queréis que os diga, pero me ha entrado la risilla interna. Porque me han venido cositas a la cabeza, como la última reunión de mi comunidad de vecinos que tuve en el mes de mayo, (me vi obligada a ir, porque dejaba la administración), donde pasé tres horas, 180 preciados minutos de mi vida, escuchando los problemas del inmueble, que en boca de mis vecinos parecían el preludio a una guerra nuclear total sin precedentes, Def Con Uno que te cagas, y que a mí me parecían una lista de anecdotillas insignificantes, como casi todo lo que se puede solucionar con dinero. Y supongo que tiene que ver con nuestra vida, y nuestras experiencias previas lo que consideramos o no un problema. Y tiene que ver con nuestras expectativas vitales y nuestras prioridades, en lo que estamos dispuestos a invertir 180 minutos.

En relación a mi vida, mis experiencias previas, mis expectativas vitales y mis prioridades, puedo pasar el tiempo que sea necesario analizando los problemas de la superpoblación en grandes urbes africanas como Kin, ya ves, una que se pone a analizar y no para, porque para chula yo.

Pero no estoy dispuesta a entrar a debatir si la caca de los chuchos afecta a la seguridad del tranvía o perder un solo segundo, en escuchar que el sumidero del patio se atasca con frecuencia y que esto es equiparable al asesinato del archiduque de Austria o la invasión de Polonia. Porque no. Porque me la pela, en cantidades industriales, la caca del chucho y el sumidero. Y yo era una actriz pasable cuando hacía teatro, pero no me da para fingir tanto…

jueves, 25 de noviembre de 2010

Necesidades básicas

Necesito unas vacaciones. En el calor del hogar y el frío vitoriano. 

Las Navidades, turrón, regalos, comilonas, más turrón, más regalos, más comilonas me dan una pereza de kilo, pero ver a la familia; besos; abrazos; más besos; más abrazos; una cena con los primates; recuperar los puntos perdidos como tía favorita con mi sobrina; más besos; más abrazos; perder al chinchón; el puto amigo invisible, que me genera ansiedad ya, pero en el día mola; la sobredosis de pangus; más besos; más abrazos; jugar un time’s up; unas cañitas bien tirás; unos pintxos en el casco; el pelotón de fusilamiento al que me va a someter la Rutenia, frente a un café, que miedito me da, pero bueno, aguantaremos; alguna lagrimilla; más besos; más abrazos; excursiones varias a lo ven y cuéntalo y la visita a otros coleguitas varios; más besos; más abrazos…

Es un plan duli.

En fin, no puedo esperar…

miércoles, 24 de noviembre de 2010

La distancia no hace el olvido, la distancia agudiza la memoria

Quizá no en los últimos dos años, pero recuerdo que el mes de noviembre siempre hace frio. Quizá no en los últimos dos años, pero recuerdo que en el mes de noviembre no se sale a la calle en chanclas. Recuerdo que empiezan a verse ya las luces de Navidad, la gente comprando compulsivamente, cierto agobio y emoción en el ambiente. Recuerdo que la tele empieza a bombardear con anuncios de juguetes y turrón, aunque quizá no en mis últimos dos años.

Recuerdo muchas cosas.

Recuerdo los veranos en la playa en Deba, con la abuela, su hermana, el tío, y mi primo mayor con su novia de toda la vida, que ha hecho más cosas con mi familia que yo, probablemente. Recuerdo gritos y risas, la siesta en el jardín, las olas tan fuertes que hacían daño e incluso cuando era pequeña, me daban un poco de miedo…

Recuerdo que la abuela conocía a todo el mundo y le hacia ilusión hablar con ellos en su euskera natal vizcaíno que a veces a mí, me costaba entender…Teníamos una rutina, siempre íbamos al mismo restaurante de menú del día y los camareros ya nos conocían, y saludaban a mi tío y le preguntaban qué tal estaba, el sonreía y contestaba que bien. Después la abuela, con su hermana y mi tío se echaban la siesta en el jardín. Mi primo, su novia y yo íbamos a la playa. Mi primo me ha llevado mucho a la playa…

Cuando era más joven, mi primo fingía que no le gustaban los niños y a veces era un macarra y hacia cosas que me asustaban y yo acababa llorando. Esto molestaba mucho a su novia, que le echaba la bronca y él luego siempre venia, se agachaba, me cogía por los brazos, me miraba a los ojos, me pedía perdón y me hacía darle un beso, él me daba otro, luego siempre decía algo que me hacia reír mucho, y el fin de semana siguiente me llevaba de poteo o a la playa otra vez, y yo estaba encantada con él, porque sabía que en el fondo, le gustaban mucho los niños.

Recuerdo el txistu, omnipresente en todas las Navidades, lo veo en la segunda balda de la estantería del salón, también mi tío solía dejar en esa misma balda la bufanda del Alavés, y la del Baskonia antes de los partidos. Quizá le gustase esa balda para dejar cosas.

Recuerdo que en un día de la Blanca, llegó a casa borracho porque había estado de poteo con su cuadrilla de Blusas y mamá se enfadó mucho, y actuó como cuando mamá se enfada mucho, que frunce el ceño, va deprisa a todas partes y no dice nada, pero cuando habla lo hace en imperativo y con una sola palabra y con un tono alto y seco que da mucho respeto. Mamá es una mujer que se hace respetar por todo el mundo.

Recuerdo las manualidades, hay por lo menos una en cada casa de mis tías, aunque hay una que se lleva la palma. El salón de mi tía tiene un mueble que es una especie de altar lleno de fotos de sus hijos, de sus nietos, juguetes aparcados, manualidades de mi tío e incluso el niño que mi tía tiene apadrinado, al que su hijo llama por un nombre que no es el suyo. A mi tía le encantan las fotos. A mí me encanta mi tía porque cuando se emociona grita y ríe mucho y te contagia su entusiasmo y siempre, siempre te dice lo que piensa, tanto si es bueno, que mola oírlo, como si es malo, que no hace gracia, pero yo prefiero saber siempre lo que los otros piensan. Además, tiene una capacidad que puede ser clasificada de super poder. Puedes ir ganándole de largo al chinchón, y en un segundo, es capaz de darle la vuelta al juego y desplumarte.

Como sepultada entre todas esos recuerdos está la televisión en esa casa, recuerdo que casi siempre había sintonizada una emisión deportiva, mis dos tíos se sentaban allá y podían pasar horas. Mi tío ha pasado muchas horas en esa casa, idolatraba a su cuñado, supongo que en cierto modo lo consideraba como un padre para él, o como el hermano que nunca tuvo. En ese sentido mi tío tuvo mucha suerte, el marido de mi tía, es el hombre con más paciencia que he conocido, porque no hay que perder de vista que el tío podía ser cansino y repetir lo mismo tres millones de veces, pero mi otro tío le contestaba a lo que decía las tres millones de veces y mantenían su propia y singular conversación entre gol y gol...

Me encanta mi familia, no es perfecta, pero casi, en cualquier caso, prefiero nuestros problemas. Hoy he recordado todo esto porque mi tío está muy enfermo en el hospital y esperamos un desenlace dentro de poco. En estos momentos me alegro mucho de que como yo, haya tenido la suerte de ser un miembro de esta familia, y no de otra, donde si tienes un problema todos se unen para ayudarte, donde sientes protección porque no van a dejar que si estas cayendo, caigas del todo, donde recibes tanto cariño gratuito, donde se te exige estar a la altura, y te expones a que te critiquen si haces algo que no gusta o que se sale del molde, pero tienes compensaciones cada día, y al fin y al cabo, en eso consiste la familia en nuestra mafiosa y maravillosa comprensión del término.

Por cierto, mi tío tiene Síndrome de Down, supongo que nada de lo que he explicado de su vida os lo habrá hecho deducir.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Ironías

Cuando no vives en tu ciudad de origen, y te vas al África subsahariana a trabajar, la gente te toma por una mujer de mundo.

Esto quizá era menos cuestionable viviendo en una gran ciudad como Kin, pero Kigali es un pueblecito. Todo el mundo conoce a todo el mundo, todo el mundo sabe lo que hace todo el mundo, y a la larga, todo el mundo cotillea sobre todo el mundo.

Irónico.

Salir de Vitoria-Gasteiz, donde todo el mundo conoce, critica y cotillea sobre lo que hace todo el mundo, con lo que siempre me ha repateado eso y con todos los esfuerzos que he hecho para pasar lo más desapercibida posible, para ir a parar a un lugar donde es aún peor.

Lo que os digo, irónico.

Puedes escapar de todo, menos del ser humano.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Sesgos

Un blog es un arma de doble filo. Alguien que lo lee puede pensar erróneamente que está siguiendo una gran parte de las vivencias de otra persona. En realidad, está siguiendo una visión sesgada y subjetiva de una pequeña parte de las vivencias de otra persona, que previamente ha decidido que parte de su vida es suficientemente interesante como para hacerlo público, y generalmente, en el proceso, hay un no denostable grado de autocensura.

Lo digo porque me ocurre con frecuencia, empezar a escribir y borrarlo a continuación por considerarlo demasiado personal, o demasiado crítico, o demasiado personal…

Esto puede parecer una falacia, si he decidido publicar fotos, vivencias y opiniones personales  en un blog, entro ahora a valorar si es o no demasiado personal? Bueno, supongo que todo el mundo entiende que hay límites.

La cuestión es que mi sesgo personal el año pasado fue intentar contar anécdotas graciosas y no salivar demasiado por el colmillo, que es algo que conseguí con más o menos éxito según días…

Mi sesgo este año es intentar ser positiva y hacer entender a los que me rodean lo que para ellos es incomprensible: por qué tengo tan claro, que quiero seguir viviendo en África.

lunes, 15 de noviembre de 2010

jueves, 11 de noviembre de 2010

CineStar

No os he hablado del cine en Kigali. Hay dos cines que están en el barrio musulmán, Nyamirambo, entre las dos mezquitas. Uno, no lo conocemos. El otro es la cosa más maravillosa que existe en esta ciudad. Es una autentica sala de cine; con butacas de cine (un poco incomodas porque te caes hacia delante un poco); con su posavasos incluido; con pantalla grande; con coca cola; las palomitas tienen tierra, pero no hay que ponerse tiquismiquis…y lo mejor de todo: si llevas una peli, te la ponen.

Lujo.

Ayer vimos Nueve reinas, peli argentina, en Kigali, con un par.

El pobre hombre del cine no tiene mucho éxito, con lo cual cuando llegamos, nos recibe con los brazos abiertos, y le da igual ponernos su programación o cambiarla porque sabe que seremos sus únicos clientes.
Por un lado el chico da lástima, por otro, y egoístamente, si la cosa no fuera así, hubiera sido imposible poner una peli en un idioma que no entienden. La opción, cambiar la peli de su programación por otra que tenía en la reserva, ya la habíamos hecho, pero lo de la peli argentina fue llegar al sumun de somos los reyes del mambo.

Siempre salimos del cine, con la sensación que había olvidado ya de ser una niña pequeña que sale del cine habiendo flipado en colores de haber visto una peli en el cine. Porque a ninguno se nos escapa que estamos en Kigali, y que nos han puesto una peli que hemos elegido o que hemos llevado nosotros mismos. Vamos, que alguien me diga donde se vive mejor que en África.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

De qué lado estás

El otro día hablaba con unos amigos cooperatas que viven en Bukavu, y hablábamos entre cubatas de whiskey de cuál sería la solución para el país. Pongo lo de los cubatas de whiskey para ponernos en contexto. Uno proponía quemarlo entero, otro cimentarlo y otro repartir armas entre la población. Me pedían que aportase la mía, pero francamente, repartir armas entre la población me parecía tan bueno, que no fui capaz de mejorarlo.

Para los que ya me conocéis, en este momento estaréis riendo y reconociendo mi poso cáustico en cada línea. Para los que os estáis revolviendo en vuestra silla ante estas afirmaciones, aquí va la explicación políticamente correcta.

Toda persona que vive un tiempo en ese complejo país siente que la única solución posible es que todo mundele, venga de donde venga y haga lo que haga, debería coger sus bártulos y marcharse a otro lado. Te sientes parte del veneno que corroe el país, y te preguntas si tu contribución personal o en forma de proyecto, que realizas de forma más o menos acertada, contribuye al desarrollo o solo contribuye al veneno. La conclusión cambia según los días, pero la balanza se suele inclinar más hacia el veneno.

Y como persona que vive en ese país, sufres las consecuencias de la injusticia, de la corrupción y del absurdo en tus propias carnes, y te enfadas, con el país, con el sistema y con los congoleños por fomentar esa podredumbre. Pero en el fondo, aunque sea un día en el que te han tocado las narices miserablemente, (quizá ese día es muy, pero que muy en el fondo), les identificas como víctimas. Víctimas de la desgracia de ser ricos y de ser el pastel que se rapiñan entre unos cuantos (que luego envían a sus cooperaciones nacionales y a sus oeneges a mostrar su cara bonita y recién maquillada, algunos, también envían a sus soldados)…

De ahí la desesperanza. De ahí que te revuelvas incomoda cada día que pasa y que te preguntes que haces allá, y que cuando te preguntan cuál es la solución, la respuesta sea quemarlo entero. Porque nadie tiene la solución, porque la solución no se ve en el corto plazo, y porque la injusticia te abre en canal de una forma tan desgarradora, que te sientes como el verdugo de esas víctimas, que deberían tener derecho a decidir qué hacer con su propio y obscenamente rico país.

Colinitas














miércoles, 3 de noviembre de 2010

Karaoke oke

Estoy siendo muy informal. No escribo tanto como antes, y mis fans se están cabreando. De un lado, tengo menos tiempo (si, lo sé, excusa), de otro lado, mi filtro aquí para mis comentarios cáusticos ha de ser más intenso, y vivir con filtros siempre es un rollo, y por último, nada es comparable al surrealismo congoleño así que aquí no me da para contar tantas cosas graciosas.

Pero de todos modos, el karaoke es digno de mención. Es una barra cuadrada y todo el mundo se pone alrededor con el micrófono a cantar terriblemente mal y a beber Primus. Lo bueno es que a penas se oye al que canta porque absolutamente todo el mundo está berreando al unísono. Un karaoke en África, tendréis que reconocerlo, tiene mucha gracia…