martes, 22 de abril de 2014

Pobre Ernesto

Supongo que recordáis que hace una par de posts os hablé del libro sobre las andanzas del Che en el Congo. Lo he terminado en mis breves pero intensas vacaciones en esa fantástica isla que es Madagascar.

He de decir que me he divertido mucho leyéndolo, supongo que en parte porque me he sentido identificada con su experiencia tragicómica, y con su frustración en ocasiones. También porque habla de personajes que luego desempeñaron un rol principal en la vida política del Congo, y es interesante el análisis de un extranjero "imparcial" al respecto. No me siento nada identificada con el idealismo revolucionario porque rechazo frontal y diametralmente la lucha armada como forma de conseguir nada. Pero al margen de esto, creo que el hombre estaba cargado de buenas intenciones, paternalista a veces, pero ese es un error común, también para la que suscribe. Creo que el tipo fue un poco ingenuo en ocasiones, no sé si le faltaron conocimientos de la zona y de sus gentes, perspicacia, o si su tenacidad fue el fruto de un positivismo e idealismos ciegos a la realidad. También pudo ser que por su espíritu luchador, le costó aceptar que todo se desmoronaba bajo sus pies y que lo que tenía enfrente era la definición de un fracaso. Con eso, también me puedo identificar. Por supuesto, eran otros tiempos y por supuesto, yo tengo la ventaja de vivir en el momento actual, tras 50 años que no hacen más que demostrar, que por desgracia, no mucho ha cambiado. 

No voy a hacer una critica literaria completa pero sí quiero copiar un par de pasajes del libro que dan una idea de las venturas y desventuras del pobre Ernesto en tierras africanas:

"Consecuentes con nuestros principios, iniciamos un esbozo de acción social. El médico Hindi, llegado de la base, daba consultas a los campesinos del lugar y establecía un sistema de visitas rotativas en los poblados de las montañas. Entregué semillas de legumbre, que me habían llegado del lago, para que las sembraran y cultivaran, repartiéndonos luego el producto. Logramos una atmósfera distinta, comunicativa. Como los campesinos de cualquier lugar del mundo, éstos eran receptivos a hacia todo interés humano en ellos, agradecidos y con gran espíritu de cooperación, era doloroso constatar que esos mismos hombres que mostraban una genuina confianza en nosotros e interés en trabajar, se pudieran transformar, al entrar en el ejercito de Liberación, en ese soldado indisciplinado, haragán y sin espíritu de lucha que teníamos enfrente. Las agrupaciones militares, en vez de ser factores de desarrollo de la conciencia revolucionaria, eran un vertedero donde todo se pudría, resultado de la desorganización y de la falta de dirección de que tantas veces nos hemos lamentado en el curso de estas notas."


"La idea que nos guiaba era la de hacer luchar juntos hombres experimentados en batallas por la liberación, y luego contra la reacción en Cuba, con hombres sin experiencia y provocar, con esto, lo que nosotros llamábamos la « cubanización » de los congoleses. Se verá que el efecto fue diametralmente opuesto y cómo se produjo con el tiempo la « congolización » de los cubanos. Llamamos congolización a la serie de hábitos y actitudes frente a la Revolución que caracterizaron al soldado congolés en aquellos momentos de la lucha, esto no entraña una opinión despectiva hacia el pueblo congolés; lo entraña, sí, hacia el soldado de aquel entonces."

sábado, 19 de abril de 2014

lunes, 7 de abril de 2014

20 años no es nada

Se cumplen 20 años. En los medios de comunicación, por primera vez desde los años 90 se vuelve a oír hablar de Ruanda. Por el mismo motivo que hace 20 años: el genocidio.

Cuando yo le digo a la gente que vivo en Ruanda, me miran con los ojos abiertos, y veo que por un momento se evaden, tratando de visualizar lo que puede ser Ruanda hoy en día. Me da la sensación, por el tipo de comentarios que me dicen después, que lo que se imaginan es a mí en algún tipo de erial o de sabana africana rodeada de tipos con taparrabos y machetes en la mano, y con ganas de utilizar esos machetes.

Para empezar, Ruanda es verde. No es árida, es bastante fértil. Hay una zona pequeñita de sabana al oeste, en la frontera con Tanzania que es parque natural y se llama Akagera. Ya os he ensenado alguna foto del sitio en posts anteriores.

Ruanda está lleno de colinas. Lo llaman el país de las mil colinas, por lo general la tierra es roja y arcillosa, cubierta de hierba verde, casi fluorescente de lo verde que es y esta cultivada desde los valles, hasta la cima de las colinas. Aquí la gente cuando va a trabajar al campo, es lo mismo que decir que va de escalada, prácticamente. El paisaje es precioso. Increíble. La zona de los volcanes es de lo más bonito que yo he visto en mi vida.

La gente no vive en casas de paja. Los techos de paja, están de hecho, prohibidos, porque se considera que promueven enfermedades. La gente vive en casas de madera recubierta de adobe, si son muy pobres, de ladrillo de adobe recubierto de cemento, en su mayoría, y si se lo pueden permitir, en casas hechas de ladrillo cocido. La mayor parte de las casas tienen techo de tejavana metálica. La teja existe, pero es bastante cara. Dentro de las casas, hay habitaciones, con camas, con su mosquitera (el gobierno ha repartido bastantes), un saloncito donde tienen los sofás y una mesita. Se cocina fuera de la casa, con carbón. La letrina, también esta fuera. La mayor parte de la gente no tiene un espacio de ducha, se limpian con el agua que traen de la fuente. Beben el agua que traen de la fuente. Si son de nuestro proyecto o están muy concienciados, echan cloro a esa agua o la hierven, porque les hemos dado mucho el coñazo con eso durante meses y meses, hasta que nos han hecho caso. Otros beben agua que viene de sitios que ni os imaginaríais…

La ciudad de Kigali es pulcramente limpia. Voy a repetir esto: pulcramente limpia. Vienen líderes de todos los países africanos para ver los niveles de higiene de la ciudad de Kigali, porque la mayoría de urbes africanas, -entre vosotros y yo-, son bastante guarrillas. En Nairobi esta la zona de chabolas más grande de África, -Kibera-, que en niveles de higiene, no está muy boyante; Johannesburgo, muy limpito el centro, pero en las chabolas, ídem de lienzo; Kinshasa, no tiene zona de chabolas, per se, pero le llaman “la poubelle” o la basura en francés, así que no os digo más.

No se visten con taparrabos. Los hombres visten con pantalón y camisa, corbata y chaqueta, si tienen. Dan mucha importancia a los zapatos. Casi siempre tienen un toque de diseño. Las mujeres visten con pantalones pitillos, que ahora están de moda, o faldas y traje si trabajan en bancos y cosas así. Se ponen paño africano si es una ocasión especial, o si son mujeres del medio rural. A los ruandeses les gusta cuando vistes bien y te lo dicen por la calle: “bien habillée!”. No les gusta cuando vas mal vestido. No entienden la filosofía que subyace entre los jóvenes jipis que vienen de voluntarios con sus bombachos y camisetas de algodón con agujeros. No entienden que si eres blanco, y tienes dinero, no te vistas bien, pero son educaditos y se lo callan. Alguien decía que la primera vez que vienes a África, te vistes de Coronel Tapioca, y la segunda vez, te traes tu mejor traje.

La vida es tranquila. A veces demasiado tranquila. Kigali es de las ciudades más seguras, del continente, sin duda, y del mundo, me atrevería a decir. La supervisión policial diurna y la militar nocturna, hacen que poco ocurra sin que lo sepan las fuerzas de la ley. Para lo bueno y para lo malo, el control está ahí.

Los machetes se utilizan como herramienta para el jardín, o para otro tipo de trabajos domésticos. Como la hoz, o como la azada.

La gente tiene cicatrices, en el cuerpo, las que se ven, y en el alma las que no se ven. Las que no se ven son las más profundas. Pero la coraza del pragmatismo les ha hecho seguir adelante, y avanzar. En un país tan pequeño donde las víctimas no se pudieron esconder de los verdugos, ahora los verdugos no se pueden esconder de las víctimas. Pero han pasado 20 años, y la sensación que yo tengo es que ahora todos son un poco víctimas, solo que unos más que otros. Los que mataron porque quisieron, tienen que vivir con su conciencia; los que mataron porque les obligaron, tienen que vivir con sus demonios; los hijos de estos, tienen que vivir con la vergüenza; los que huyeron, tienen que vivir con sus historias truculentas del camino; los que fueron atacados, tienen que vivir con sus pesadillas y sus flashbacks; los hijos de estos, tienen que vivir con sus raíces en otro país.

Todos tienen en común su memoria, a veces fiel, a veces traicionera, pero que les proporciona las imagenes en flashback de lo que les ocurrió a partir del 7 de abril de 1994, aun han de pasar unos cuantos años para que puedan curarse esas cicatrices, porque al fin y al cabo, 20 años no es nada.