miércoles, 10 de noviembre de 2010

De qué lado estás

El otro día hablaba con unos amigos cooperatas que viven en Bukavu, y hablábamos entre cubatas de whiskey de cuál sería la solución para el país. Pongo lo de los cubatas de whiskey para ponernos en contexto. Uno proponía quemarlo entero, otro cimentarlo y otro repartir armas entre la población. Me pedían que aportase la mía, pero francamente, repartir armas entre la población me parecía tan bueno, que no fui capaz de mejorarlo.

Para los que ya me conocéis, en este momento estaréis riendo y reconociendo mi poso cáustico en cada línea. Para los que os estáis revolviendo en vuestra silla ante estas afirmaciones, aquí va la explicación políticamente correcta.

Toda persona que vive un tiempo en ese complejo país siente que la única solución posible es que todo mundele, venga de donde venga y haga lo que haga, debería coger sus bártulos y marcharse a otro lado. Te sientes parte del veneno que corroe el país, y te preguntas si tu contribución personal o en forma de proyecto, que realizas de forma más o menos acertada, contribuye al desarrollo o solo contribuye al veneno. La conclusión cambia según los días, pero la balanza se suele inclinar más hacia el veneno.

Y como persona que vive en ese país, sufres las consecuencias de la injusticia, de la corrupción y del absurdo en tus propias carnes, y te enfadas, con el país, con el sistema y con los congoleños por fomentar esa podredumbre. Pero en el fondo, aunque sea un día en el que te han tocado las narices miserablemente, (quizá ese día es muy, pero que muy en el fondo), les identificas como víctimas. Víctimas de la desgracia de ser ricos y de ser el pastel que se rapiñan entre unos cuantos (que luego envían a sus cooperaciones nacionales y a sus oeneges a mostrar su cara bonita y recién maquillada, algunos, también envían a sus soldados)…

De ahí la desesperanza. De ahí que te revuelvas incomoda cada día que pasa y que te preguntes que haces allá, y que cuando te preguntan cuál es la solución, la respuesta sea quemarlo entero. Porque nadie tiene la solución, porque la solución no se ve en el corto plazo, y porque la injusticia te abre en canal de una forma tan desgarradora, que te sientes como el verdugo de esas víctimas, que deberían tener derecho a decidir qué hacer con su propio y obscenamente rico país.

No hay comentarios:

Publicar un comentario